viernes, 31 de enero de 2014

El insoportable peso del "no ser"...


Hoy que todo pesa.
Yo no soy.
Y me canso.
Me canso del discurso mediocre de dar sin esperar nada a cambio.
Me canso de amigos que deberían estar pero hacen agua.
Me canso de las cosas que debería ser y no soy.
Me canso de las expectativas que terceros depositan, gratuitamente, en mí.
Me canso de las responsabilidades que asumí y no tenía por qué.
Me canso de saber que crecí de un solo golpe en seco.
Me canso de ser coleccionista de amores baratos y no correspondidos.
Me canso de acumular errores de los que nadie quiere tener en el fondo del placar.
Me canso de pintar todas las mañanas esa sonrisa de “Todo está bien” para borrarla por las noches.
Me canso de estar sólo cuán barco a la deriva.
Me canso de no ser para que los demás sean.
Me canso de la escuchar “El tiempo apremia” pero que nadie te aclare que también esclaviza.
Hoy quiero estar liviano.
Hoy quiero ser.
Sacar el peso extra de mi espalda.
Porque el que realmente soy quiere estar liviano.

miércoles, 29 de enero de 2014

Estaba... Lejos pero cerca. Estaba...



















Nos encontramos hablando de desamores. 
Era una noche donde el tiempo se hacía eterno,
las aves dormitaban y las estrellas nos acompañaban
como atentas a cada una de nuestras palabras.
Al fin terminé por dormirme entre los arrumacos de su voz.

El resonar de su voz era seductoramente áspero,
dejándome un halo de paradójica tranquilidad.
Todo quedaba inmóvil cuando oía aquel sonido
como si cada palabra pronunciada, robara minutos del reloj.

Cuando desperté, su boca me esbozaba suavemente la bienvenida a esta tierra.
"Buenos días". Susurró.
Mi cara se iluminó al saber que nuevamente estaba allí, a la expectativa.

Un nuevo día que nos acompañamos sin vernos.
Sin compartir un lugar.
Estaba.
Lejos pero más cerca que cualquiera que me rodeara, él estaba.

Descabellado sonará que enuncie un sentimiento
hacia un espejo negro, frío e inhumano pero él estaba ahí.
Su cabello corto alborotado por los risos;
de ojos negros, profundos y adornados con las más largas y arqueadas
pestañas que pueda tener un hombre;
una sonrisa entre dientes colocada en su justo lugar;
las manos delicadas, el cuerpo trabajado y la tes trigueña como seda.

Él estaba ahí, en el espejo negro.
Con sus historias de desamores y su voz áspera.
Él lograba detener el tiempo.
Mi tiempo.



"Te diría cualquier cosa en voz baja, y me quedaría dormido a tu lado... pero no estás" (Aquí). ~Jaime Sabines~