miércoles, 29 de enero de 2014

Estaba... Lejos pero cerca. Estaba...



















Nos encontramos hablando de desamores. 
Era una noche donde el tiempo se hacía eterno,
las aves dormitaban y las estrellas nos acompañaban
como atentas a cada una de nuestras palabras.
Al fin terminé por dormirme entre los arrumacos de su voz.

El resonar de su voz era seductoramente áspero,
dejándome un halo de paradójica tranquilidad.
Todo quedaba inmóvil cuando oía aquel sonido
como si cada palabra pronunciada, robara minutos del reloj.

Cuando desperté, su boca me esbozaba suavemente la bienvenida a esta tierra.
"Buenos días". Susurró.
Mi cara se iluminó al saber que nuevamente estaba allí, a la expectativa.

Un nuevo día que nos acompañamos sin vernos.
Sin compartir un lugar.
Estaba.
Lejos pero más cerca que cualquiera que me rodeara, él estaba.

Descabellado sonará que enuncie un sentimiento
hacia un espejo negro, frío e inhumano pero él estaba ahí.
Su cabello corto alborotado por los risos;
de ojos negros, profundos y adornados con las más largas y arqueadas
pestañas que pueda tener un hombre;
una sonrisa entre dientes colocada en su justo lugar;
las manos delicadas, el cuerpo trabajado y la tes trigueña como seda.

Él estaba ahí, en el espejo negro.
Con sus historias de desamores y su voz áspera.
Él lograba detener el tiempo.
Mi tiempo.



"Te diría cualquier cosa en voz baja, y me quedaría dormido a tu lado... pero no estás" (Aquí). ~Jaime Sabines~

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